En Colombia SÍ hay hambre

Por Carolina Valbuena

Hoy, como colombianos, enfrentamos una de las mayores batallas que no ha podido vencer la humanidad: el hambre. Ya sea porque la indiferencia y el egoísmo hayan reinado o  porque el acaparamiento de riqueza esté provocando sus efectos. Esta batalla nos ha traído imágenes e historias desgarradoras de la pobreza extrema en la que viven millones de personas, pero también nos ha abierto las puertas para promover cambios estructurales de fondo como Estado.

Imagen tomada del informe “Hunger Hotspots FAO-WFP early warnings on acute food insecurity” / “Puntos calientes del hambre. Alertas tempranas de la FAO y el PMA sobre la inseguridad alimentaria aguda”

Según el Banco de Alimentos de Bogotá y  la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia (Ábaco),  a 21 millones de personas no les alcanza para las tres comidas básicas del día y el 54.2% de la sociedad presentan inseguridad alimentaria.  Estas cifras tal vez no se comparan con las de países como Haití, Yemen, Nigeria y Etiopía, pero si dejan al descubierto la cantidad de personas con hambre. Aunque el Gobierno Nacional nos pretenda hacer creer otra cosa y quiera silenciar a los que no tienen alimentos para vivir. El hambre en nuestro país existe y si no actuamos ya,  el futuro y la vida misma de muchas familias se seguirá poniendo en riesgo.

El COVID19 no solo se tradujo en uno de los virus más mortales de todos, sino que a sus espaldas transportó un incremento de hambre y pobreza. El aislamiento y la cuarentena significó para muchos no morir a causa del virus, pero sí por la falta de alimento a causa del desempleo. Sin embargo,  la falta de oportunidades, la migración, las pésimas condiciones de los campesinos a la hora de comercializar su producto y la violencia latente de un conflicto que no acaba  son otros causantes estructurales del aumento de personas con hambre.

Aun así, lo más importante de estos factores es que nos hagan actuar, sobre lo que evitamos ver: que ya hay millones de personas y niños que están muriendo a causa del hambre aguda y la desnutrición crónica.

El hambre crece como espuma y es un desencadenante de la inestabilidad social, violencia y conflicto. Hoy el bienestar de nuestra sociedad depende de todos y estamos en un momento donde combatir el desperdicio de alimentos, impulsar el desarrollo económico campesino y ser solidarios con los más vulnerables son las únicas alternativas para  construir un país mejor y evitar que el hambre siga aumentando.