A quienes vean esto…¡no es hora de callar!

Por: Samy Gutiérrez-La Direkta

En teoría hago parte de una de esas generaciones bendecidas que se mantuvo al margen del conflicto armado en Colombia. A pesar de venir de una familia campesina en donde mi mamá es huérfana por el conflicto armado y mi papá sobreviviente a cuatro bombas, jamás tuve que ver el asesinato de mis amigos del barrio, el secuestro de mis compañeros o compañeras, ni salir corriendo por miedo de ser víctima de una bala.

El luto detrás de la masacre de 5 menores en Cali (Fuente: La Silla Vacía, Agosto de 2020)

Todo eso es mentira, nadie en este país ha quedado excluido de sentir el dolor de la guerra, si hay un hecho histórico que nos une como patria, es que todos hemos sentido miedo de habitar en esta tierra. Yo aún recuerdo la noche en que vi por primera vez los camiones en mi barrio -me había acercado por coincidencia a una ventana de la sala- mientras un camión con hombres encapuchados llegó a la cuadra, iba pasando un grupo de jóvenes. No reconocí a ninguno pero vi cómo los subieron a ese carro. Hasta el día de hoy esa imagen me atormenta, porque yo no grité, solo me fui a mi cuarto, tenía 13 años y en mi colegio hablaban del conflicto como si sucediera en otro país, mientras a pocas cuadras desaparecían jóvenes para presentarlos como falsos positivos.

14 años más tarde entiendo por qué no grité, era normal que a las y los muchachos los desaparecieran, porque “¿quién sabe que estarían haciendo?”. Eran normales los combates; eran normales las bombas; era normal aceptar un presidente justificar la guerra como la única esperanza de salvación, porque en todo caso si no lo hacías eras perseguido, asesinado, encarcelado o desaparecido.

Campo Elías Benavides, uno de los jóvenes asesinados en Samaniego (Nariño), exigía su derecho a la educación y a la vida.

Pero hoy, Colombia 2020, tras el asesinato de 970 personas que creyeron firmemente en la construcción de un país diferente; tras el asesinato de 224 personas que abandonaron el camino de las armas, porque creen que esto se resuelve de otra forma, me niego a volver a hacer silencio, me niego a aceptar el control sobre la vida con acciones de miedo y terror, me niego a acostumbrarme a existir en un país en donde no sé quién será el próximo asesinado, en donde regresen las despedidas con la agonía de ser las últimas. ¿Cuál es la nueva normalidad de Colombia, señor presidente?¿Contar masacres, enterrar jóvenes, huir del ejército? No, no se puede, no vamos a permitirlo, no vamos a regresar a esos días, porque este país es otro, porque somos diferentes, porque nos cansamos del silencio de la muerte, de la sangre que aumenta en los cementerios de este país.

A quienes vean esto, no es momento de callar, no es momento de olvidar, no es momento de acostumbrarnos a la guerra, es momento de gritar por todas aquellas personas por las que no lo hemos hecho; yo hoy grito por Hernán, por Carmen y por todas aquellas personas que serán luciérnagas en esta oscura noche, hay que titilar fuerte y brillante, hay que iluminar, porque la Colombia en paz no tiene reversa y tampoco hay que pedir permiso para construirla, esta Colombia se la arrebatamos a los intereses empresariales y guerreristas para hacerla realidad.

“Nos están matando” es la consigna que quería tapar la policía en el sur de Bogotá. (Foto: Noticiero Barrio Adentro, Agosto de 2020)