El ahora o nunca de la Primavera Colombiana

Por: Henry Córdoba- Equipo La Direkta

Luego de dos semanas de movilización, el apoyo al Paro Nacional es casi irrestricto. La sociedad colombiana está dividida en dos pero no se trata de dos mitades. Por un lado se encuentra el gobierno del Centro Democrático, la Fuerza Pública, los paramilitares y los narcotraficantes, e imagino que, grandes empresarios y medios de comunicación tradicionales. Del otro, el pueblo o la ciudadanía, como un calidoscopio de expresiones diversas. La sociedad aunque partida en dos, la división entre ambas facciones es asimétrica.

Cientos de lugares del país hicieron murales mostrando su rechazo al uribismo.

Los lectores de literatura latinoamericana han disfrutado por años de lo que en un tiempo llamaron “literatura sobre dictadores”. Acá en Colombia hay dos viejos referentes: “El gran Burundá Burundá ha muerto”, de Jorge Zalamea, y “Los funerales de mamá grande”, de García Márquez. Más de medio siglo después de haber sido publicados, experimento un aire parecido en las calles del país. Es más, lo que está ocurriendo de algún modo ha sido presenciar el funeral de Álvaro Uribe Vélez y del Centro Democrático. Ojo, me estoy refieriendo a una muerte simbólica. Me he preguntado entonces, ¿cómo los colombianos vamos a dar la estocada?¿Cómo queremos que sea dicha muerte? Siento que es la hora no solo de celebrar y bailar sobre su tumba, sino de hacerla realidad y escribirla. De seguro, en el funeral real de Uribe, desfilarán cientos de camionetas y caballos de paso fino por el Ubérrimo, pondrán la bandita negra al televisor, veremos también la eterna procesión de lágrimas de cocodrilo y de lagartos por el padre, el maestro, el dictador. Pero la muerte de Uribe no es suficiente para Colombia, tenemos que llevar a cabo dos tareas más: primero, la depuración de todos aquellos políticos y demás personajes que apoyaron el régimen de muerte que azotó el país por décadas, de lo contrario, los veremos con nuevas casacas y camisetas defendiendo los cambios en la democracia; y segundo, la urgente necesidad de seguir construyendo país. De nada nos sirve arengar y celebrar la muerte sin que florezca la vida. Es necesario conocer las prácticas y expresiones de resistencia de las comunidades y personas que pasaron por lo peor del conflicto; es necesario seguir pintando, enseñando, sembrando, encontrándonos, sentarnos a conversar, a imaginar, a materializar lo que queremos como país. Eso es más importante que cualquier funeral de Uribe o del Centro Democrático.

Frente a las Primeras Líneas formadas por jóvenes, principalmente en Cali, pero en todo el país, se merecen nuestro respeto y admiración. Siento que en Colombia, la gran mayoría de los que luchan y están en las calles, es porque no tienen nada que perder, a excepción de sus vidas, lo cual es una realidad difícil de aceptar, pero también un rasgo más de la situación del país. Al respecto, he pensado que, las primeras líneas son el resultado de la re-configuración de la violencia en el país. Diría que aunque puede tener relación con el conflicto armado, se trata de algo diferente pero que aún no puedo definir. También es lo que ocurre cuando no reforman la fuerza pública y éstos juegan a enfrentarse a la ciudadanía como si se tratase una guerra civil. Lo que sucederá después de lo ocurrido en Cali, es que se formen -y está sucediendo, como se ha visto en Bogotá y Barranquilla- más grupos de jóvenes dispuestos a resistir en toda Colombia, protegiendo manifestantes, barrios y comunidades. Es importante seguir estos procesos organizativos, que no solo resisten sino que de algún modo construyen autonomía. Lo triste es la otra cara de la moneda, es decir, en este mismo tiempo, considero que se ha conformado o engrosado un nuevo grupo de víctimas, que no es del todo un fenómeno nuevo -ocurría y ocurre en los campos- pero que es inédito por sus dimensiones y la coyuntura actual, compuesto por todos aquellos que han experimentado la violencia y el abuso policial: asesinados a quemarropa con armas de fuego y de los antidisturbios; personas quemadas; mujeres abusadas y violadas; desaparecidos; decenas de ojos perdidos. Todos ellos están aprendiendo a organizarse, a resistir y a luchar contra el Estado. Vendrán con expresiones, reivindicaciones y simbolismos propios. Después de este Paro Nacional, se sacarán conclusiones de toda la cruda violencia, y en el cual, Dylan Cruz y lo acontecido el 9 de septiembre de 2020 en la capital, son referentes y vistos en retrospectiva, fueron campanazos de lo que estamos viviendo.

“Resistiendo”, pintura de Marcelo Brodsky basada en una fotografía de Federico Ríos Escobar.

Ahora bien, después de dos semanas de Paro Nacional, éste se ha sostenido pero sin que exista un horizonte concreto hacia el futuro, salvo un país diferente y sin muertos por parte de la fuerza pública. Cada día ocurre un hecho que nos fortalece y enardece pero también otros que nos duelen e indignan. Ustedes ya han visto lo que ha pasado: helicópteros lanzando gases; el asesinato de Lucas Villa en Pereira; la “gente de bien” disparando a la Minga o partidos de fútbol en donde la cancha se convierte en el eco de la represión. Cada uno de estos hechos asusta, asombra y le deja ver a la comunidad internacional lo que hemos vivido aquí toda la vida: el nepotismo, la dictadura y la muerte. Poco a poco se ha caído la fachada democrática del gobierno colombiano y sus diplomáticos ante el exterior y la comunidad internacional. De ahí, que sea de fundamental, seguir informando y denunciando hasta que se nos apague la voz o dios y la virgen no quieran, nos maten. O mejor, hasta que este país sea digno para vivir para todas y todos.

El suicidio de Alison Salazar de 17 años luego de ser ultrajada por agentes del ESMAD, ha causado rechazo en todo el país.

Sin embargo, lo que sí sería de gran ayuda es sostener con firmeza los grandes puntos que se han recogido frente al Paro y no bajarse de ahí: reforma tributaria y renta básica; reforma a la salud; reforma laboral y pensional; implementación de los Acuerdos de Paz; reforma a la policía, y un elemento crucial: evitar la criminalización de la protesta y de los manifestantes, no solo la pacífica, sino toda la protesta. Si esto no ocurre, el día que se baje el paro, vendrá la contrarrevolución y nos sacarán los ojos, es decir, matarán o encarcelarán a los que se han parado, o bien, estos últimos huirán y engrosarán filas en el monte. También es importante que se recojan las reivindicaciones y peticiones a nivel local, ya que en muchos casos, pienso que el encuentro de las personas y una movilización concentrada en los barrios, veredas y pueblos, han permitido que las comunidades se conozcan e identifiquen sus problemas, piensen en soluciones y hasta decidan empezar a resolverlos con o sin Estado. Aún así la pregunta es: ¿Cuánto tiempo más vamos a resistir y qué haremos para sostener el impulso?

En mi opinión, hay algo que las personas hasta ahora empiezan a descubrir, y es la existencia de un contrapoder. En la medida que nos demos cuenta que el poder está en nuestras manos y no en los hombres blancos vestidos de paño y en el ejercicio de la fuerza por parte de la policía y el ejército, nos haremos más fuertes, podremos organizarnos y trabajar por el país que queremos. Contrapoder es usar la bandera al revés, es escribir 6402 en cada muro, es salir con la mamá a marchar, es bailar sobre la tumba de nuestros verdugos, es tumbar las estatuas de los conquistadores, es renombrar lugares con los nombres de nuestros caídos, es decir “ya no nos maten más”. Lo cierto es que si no resolvemos dicha pregunta y nos organizamos para eso, como por ejemplo, definiendo un nuevo comité del paro y realizando muchas asambleas a lo largo y ancho del país, lo que venga después de una fallida negociación o una negociación incumplida, será una gigantesca desilusión y una tremenda resaca. El momento y la coyuntura es histórica, ya no podemos ir hacia atrás, y aunque el país sigue inmerso en la inestabilidad, es ahora o nunca.

“6402 Héroes”, el mural que honra la memoria de los Falsos Positivos en uno de los lugares insignes de la movilización en Bogotá.

Para finalizar, me he preguntado últimamente por las imágenes de nuestro país que circulan por el mundo: ¿Será que nos ven como luchadores por la libertad y democracia?¿Pensarán que somos un pueblo oprimido por una dictadura? ¿Suponen que en Colombia hay una revolución? ¿Será que consideran que lo que ocurra en Colombia puede ser un modelo de lo que sucederá en otros países? Lo mejor es no desilusionar a quienes piensan que luchamos por un país democrático. Por eso, digo, lo objetivo son los puntos del paro nacional; el escenario es paralelo y está relacionado con las elecciones de 2022, y en el que ojalá se refleje lo que estamos viviendo, pero…

¿Será que estamos viviendo el despertar de la Primavera?

Si es así, tenemos que actuar porque si no aprovechamos el momento histórico, podrá ser como aquella balada que dice, “pasa ligera, la maldita primavera”.

Por tanto, quiero preguntar:

¿Qué tenemos que hacer para que florezca la Primavera colombiana?