¿Qué le pasa a la policia?

Foto: Raul Arboleda – AFP

Por: Monkey Gordon

Desde hace unas décadas presenciamos un aumento en el uso desmedido de la fuerza por parte de las fuerzas de policía en todo el mundo. La imagen del policía bondadoso que ayudaba a las abuelitas a cruzar las calles, armado solo con un bolillo y un pito pertenecen al pasado. Esta imagen a dado paso a la de una bestia de tamaño sobrehumano con facciones diabólicas y blindado con armadura de plástico que se abalanza contra la población. Si antes el niño inocente quería ser médico, astronauta o policía, ahora el grito de “All Cops Are Bastards” resuena entre los más jóvenes. La confianza que le depositó la sociedad a quienes cumplían con esta función del cuidado de las comunidades se transformó en impunidad total para asesinar ciudadanos. En Colombia podría decirse que este arreglo de vínculos entre policía y ciudadano siempre ha estado mediado por el terror y la muerte. Esta podrida manzana política parecería una excepción dentro del ámbito americano; sin embargo, el cuadro es variopinto y el resultado semejante.

El Cono Sur, Brasil, Paraguay y Bolivia ya establecieron la misma relación de terror y muerte con los uniformados de todas las pelambres; los septentrionales de Suramérica se asemejan en su corrupción y arribismo intelectual; los centroamericanos se destacan por ser paraísos fiscales y por sus violentas dictaduras; México vivió por casi un siglo una dictadura civil de partido; EE.UU. es el animal que alimenta el terror y la muerte luego de poner en marcha su lema centenario “América para los [norte]americanos”. En el caso europeo vemos un orden aparente producto del terror de la guerra: democracia conviviendo con monarquías, dictaduras enmascaradas con elecciones democráticas y mega-corporaciones colocando democráticamente presidentes.

Un aumento en la represión policial en toda clase de países que comparten otros elementos como el capitalismo, el individualismo y la religiosidad. Frente a esto un aumento también del descontento social, del fracaso de las políticas de bienestar, del desinterés por los ciudadanos y la protección desmedida por las empresas privadas. Tanto la policía como el ejército han mostrado su carácter de protector de los bienes e intereses privados frente a los intereses comunes. Llama la atención la impunidad con la cual los policías seleccionan con cual vida acabar y cual vida proteger. Es notorio como un ser humano por el solo hecho de portar un uniforme siente la necesidad de asesinar a otro ser humano que no tiene uniforme.

El policía es un “vándalo de la vida”, se la pasa destruyendo cuerpos torturándolos hasta la muerte, del mismo modo que un vándalo común destruye edificios o monumentos

El policía es un “vándalo de la vida”, se la pasa destruyendo cuerpos torturándolos hasta la muerte, del mismo modo que un vándalo común destruye edificios o monumentos: si uno inscribe en el muro su odio el otro hiere la piel del ciudadano, si uno quema automóviles el otro mutila miembros, si uno quema una estación de policía el otro arroja los cuerpos de sus víctimas a las fosas comunes. Además, son perpetuos extranjeros, los policías modernos no generan vínculos con la comunidad porque ni siquiera son de allí. En Colombia hay policías costeños en Pasto. Son personas desinteresadas por los vecindarios que cuidan pues no son los suyos, son de otros quienes ellos no conocen.

Y más que extranjeros se van transformando en parias, en los cuerpos infectados pero sagrados de nuestra sociedad moderna. Parias odiados y que odian, que violan a sus mujeres, que violan a ciudadanas en la calle, que golpean niños y ancianos, que asesinan jóvenes por la espalda. Personas que destilan el odio y la frustración de la sociedad transformándola en un odio pertinaz y agobiante, un odio dentro del cual nos encontramos sumergidos ¿Cuál es el odio de la policía? ¿Por qué un ser humano decidiría portar un uniforme con el propósito de asesinar impunemente, rompiendo las reglas fundamentales de lo que significa la “policía”? ¿Qué motiva a una persona para vincularse a la “policía” para sembrar el “caos”? ¿Por qué alguien querría ocupar el lugar más abyecto de la sociedad, aún más que un habitante de la calle? ¿Quién querría asumir la imagen de la bestia que tortura, viola y asesina en nombre de la protección de la comunidad?

Estas preguntas deberían responderse más allá de la motivación económica y aun psicológica. Su respuesta debemos buscarla en los vínculos sociales que conforma esta persona, o que la comunidad consigue ofrecerle. Muchas veces se habla de las dos caras de la moneda, la policía y el bandido, tanto en el sentido barrial, familiar como individual: el policía/bandido que es la imagen que me ocupa. En esta hipótesis inicial se dice que ambos provienen de contexto de violencia similares, de pobreza extrema, de falta de educación; que unos toman el camino legal y los otros el ilegal para los mismos fines: para desahogarse de la injusticia social; sobrevivir económicamente y ganar prestigio y respeto.

¿por qué un estado se interesaría por uniformar y armar a las personas con más carencias cognitivas y afectivas dentro de la sociedad? ¿No se supone que el policía debe ser una persona empática con la comunidad que cuida?

Las preguntas comienzan a desplazarse: ¿por qué un estado se interesaría por uniformar y armar a las personas con más carencias cognitivas y afectivas dentro de la sociedad? ¿No se supone que el policía debe ser una persona empática con la comunidad que cuida? ¿por qué el estado prefiere invertir el presupuesto de la nación en uniformes y armas que en infraestructura para el campo y la ciudad? Se mantiene una esquizofrenia dentro del estado, cuyas prioridades basculan entre el interés privado y el público, y donde en “América para los americanos” se visibilizan con claridad las prioridades.

Imágenes previas al asesinato de Javier Ordoñez, efectuado por agentes de la Policia Nacional

El conjunto de preguntas nos llevan del interés individual al interés estatal, del odio del policía hacia la comunidad a la esquizofrenia del sistema contemporáneo. Le enfermedad parece estar afuera y no adentro; más aún, parece estar en nuestras cabezas como una contingencia pasajera pues no es una necesidad ni una naturaleza del ser humano. Vivimos un enorme espejismo de dólares y edificios de cristal que se desvanecen en el cielo, de antenas que mantienen en pie este holograma monstruoso, de glitches en la matriz.

Instituciones que no tienen la utilidad primordial se corrompen, como sucede con la policía y la religión, que perdieron sus sentidos comunitarios (el cuidado y la caridad) para desviarlos hacia el interés privado y las nuevas formas de acumulación

Nuestras mentes han deformado el mundo social hasta el absurdo y la paradoja de la policía. Como una acumulación sucesiva de errores que necesitan de un reset o un cambio de HDD. Instituciones que no tienen la utilidad primordial se corrompen, como sucede con la policía y la religión, que perdieron sus sentidos comunitarios (el cuidado y la caridad) para desviarlos hacia el interés privado y las nuevas formas de acumulación. La policía encarna entonces los errores tanto del espíritu humano corrompido como del sistema estatal capitalista.