Persecución hacia la sociología y las ciencias sociales en Colombia

Por: Sebastián Santamaría- Sociólogo de la Universidad Nacional

El análisis de la protesta social y el ejercicio organizativo en Colombia tiene que verse a la luz no solo de lo que se le gana al oponente -en este caso el Estado colombiano en cabeza del uribismo-, sino también por lo que queda para el movimiento social: mayor capacidad de comunicación, formación, articulación y convocatoria. En ese sentido, son múltiples las estrategias que emplea el gobierno para debilitar la organización social y comunitaria. Los ejemplos saltan a la vista: una fuerte represión en las ciudades y en las zonas rurales por parte del ESMAD, la policía, militares y actores armados ilegales. También está la desinformación y tergiversación a través de los medios de comunicación.

Plantón solidario por Arturo Bravo por parte de sus compañerxs en la sede de la Fiscalía en Bogotá

Y esto último no es de grado menor, los golpes que ha recibido el movimiento social en este sentido son alarmantes. La estigmatización y persecución han sido una estrategia del poder colombiano para debilitar el ejercicio político organizado del pueblo. Tildando a líderes y lideresas, procesos comunitarios y organizaciones bajo el pomposo, inexacto y ya desgastado concepto de insurgencia castrochavista. El movimiento estudiantil y las ciencias sociales del país han sido de las más afectadas en este sentido. Y es que son ya conocidos entre lxs jóvenes, por ejemplo, los casos de falsos positivos judiciales[1]. En el departamento de sociología de la Universidad Nacional de Colombia han sido y son varias las personas afectadas por esta ruin estrategia ejecutada desde la Fiscalía General de la Nación.

El caso de Arturo Bravo, estudiante de sociología

El miércoles 28 de abril de 2021, muchas personas se levantaron llenas de esperanza y efusividad por lo que prometía ser un gran día para expresar en las calles el profundo rechazo no solo a la reforma tributaria y a la reforma a la salud, sino frente a la sangrienta y desastrosa gestión de Duque y el uribismo.  No obstante, no fue así todxs. A las 7am, en el hogar de Arturo Bravo -estudiante de 3er semestre de sociología- se tiñó todo de miedo y zozobra cuando al escuchar el timbre de su casa y abrir la puerta, se encontró con la presencia de un grupo de policías de la SIJIN. Decían tener una orden de allanamiento y captura en su contra, emitida por la Fiscalía General de la Nación en cabeza de Francisco Barbosa. Se le imputaron los delitos de concierto para delinquir y terrorismo agravado, siendo acusado de pertenecer a “brigadas clandestinas” y planear actos de ‘’terrorismo urbano’’. Con la misma desgracia correrían otras 13 personas en todo el territorio colombiano ese día.

Dos días después, en medio de la fuerte represión en las principales ciudades del país, el juez de garantías declaró ilegales las capturas de estas personas frente a la evidente falta de material probatorio, lo que les permitió recuperar su libertad.[2] 

Entonces, quedan sobre la mesa las siguientes preguntas: ¿Por qué Arturo Bravo? ¿por qué jóvenes? ¿por qué estudiantes? ¿por qué de sociología? ¿por qué les estigmatizan, persiguen, amenazan, encarcelan y asesinan? El delito aparente: estudiar, en este caso sociología; el señuelo perfecto: en una universidad pública, la Universidad Nacional de Colombia. Y es que todo parece indicar que, de acuerdo con registros, es una amenaza de gran potencia intelectual, ética y política no solo para el gobierno de Duque sino para el statu quo y el establecimiento colombiano en general, en tanto ha logrado tensionar, desnaturalizar y cuestionar la forma en que se llevan las cosas en el país. Son numerosos los casos de agresiones en este sentido. La situación es alarmante.

Arturo Bravo, estudiante de sociología de la Universidad Nacional

Persecución hacia estudiantes de sociología

Vale la pena recordar algunos casos destacados que han ocurrido desde el 2009 en adelante, principalmente en la Universidad Nacional, los cuales dan cuenta de la sistemática persecución que ha sufrido la sociología como disciplina. Entre estos se encuentran amenazas, seguimientos, montajes judiciales y asesinatos tanto por parte de funcionarios del Estado como por grupos armados ilegales. Cabe aclarar que, aunque en el siguiente listado solo se mencionan casos que vinculan a estudiantes, egresados y profesores de esta disciplina, la persecución al pensamiento crítico en nuestro país es amplía y abrumadora al interior de las ciencias sociales, ciencias políticas, las artes, entre otras.

Es importante mencionar que algunas de las personas víctimas de falsos positivos judiciales, tras la imputación de cargos y de ser procesados por rebelión, llegaron a pasar hasta 3 o 4 años privados de su libertad, mientras el juicio era dilatado por los jueces. Finalmente, la Corte Suprema de Justicia los absolvió de todos los cargos al reconocer que las pruebas eran insuficientes o recolectadas de manera ilegal. Mientras tanto el Estado colombiano no se ha manifestado de manera pública frente a estos hechos victimizantes o ha ofrecido alguna ruta de reparación para estas personas.

Salta a la vista la sistematicidad bajo la cual ha operado la estrategia de persecución hacia los estudiantes de sociología de la UNAL, en particular, y a la comunidad sociológica colombiana en general. Es un atentado contra la democracia, la libertad de expresión, las universidades, el pensamiento crítico y el movimiento estudiantil. Como ya se dijo, estas agresiones han estado encubiertas bajo el aparatoso y amarillista anacronismo de finales del siglo XX del ‘enemigo interno’ guiado por la estrategia contrainsurgente y el abuso policial. Porque todo lo que tenga que ver con organizaciones sociales y políticas de base (las cuales se cuestionan su realidad y construyen alternativas), puede ser y es considerado peligroso e insurgente para las arcas dominantes.

A continuación un listado de las amenazas, persecuciones y asesinatos contra estudiantes y docentes de sociología en el país.

Sociología como deporte extremo en Colombia

En la relación que se da entre «país real» y «país posible», están necesariamente ubicadas la sociología, las ciencias humanas y las artes. La universidad pública es el taller en el que se fabrica el país, se actualiza, se rediseña y se perfecciona. Así se constituye la disciplina como una práctica. Al estar al servicio del país, porque el propósito de este saber y oficio es desenclaustrar, imaginar, crear, conectar, reavivar y permitir entendernos como sociedad aún en las diferencias.

Entonces, la sociología -y por extensión, las ciencias sociales- son un saber estratégico para realizar cualquier proyecto de país. Estratégico tanto para la derecha y para la izquierda, como para lxs de arriba y lxs de abajo. Las amenazas que se ciernen hoy sobre la sociología en particular, y sobre las ciencias sociales en general, son amenazas y peligros que acechan al país y profundizan sus problemas más urgentes.

Esta actividad de pensarse el país de manera crítica ha derivado históricamente en diversas y creativas formas de activismo y participación ciudadana. Las personas que han estudiado ciencias sociales han estado presentes para alimentar y robustecer los movimientos sociales y las iniciativas de los sectores populares. Ahí han estado, en asambleas, organizaciones, encuentros, marchas y paros. Codo a codo con el pueblo. Según instituciones como la Fiscalía, pareciera que ahí está el delito, la acción peligrosa y terrorista: pensar críticamente el país y estar con la gente en el campo, en las calles, en los sectores periféricos o con las poblaciones marginales. Apoyando una estrategia política que ha ido más allá de las fórmulas partidistas y le ha apostado a la construcción una nueva Colombia.

Es evidente que, en el marco de la construcción de una paz estable y duradera, no hay garantías para pensarse un país diferente; y aun así, siguen corajudas las personas que han decidido tomar esta disciplina como su campo de acción. Estudiosas, críticas, creativas y aguerridas.  Y ahí seguirán estando, con todo el amor y el cuidado para apoyar a la gente. Porque definitivamente estudiar no le debe costar la libertad o tranquilidad a nadie. Y reivindicar causas justas, tampoco puede ser un escenario de peligro extremo para las y los jóvenes del país. Son muchos los derechos que faltan aún por ejercer y conseguir. Es por esto y por más que la movilización debe seguir.

“Los estudiantes no somos terroristas”

[1] https://www.elespectador.com/noticias/bogota/jueza-dejo-libre-a-14-senalados-de-terrorismo-en-marchas-del-28-de-abril

[2]  https://www.colectivodeabogados.org/los-falsos-positivos-judiciales/