Por: Henry Córdoba- Equipo La Direkta
Ha sido una semana agitada para el país. Lentamente el aislamiento se derrumba ante la crisis social y económica causada por el Coronavirus, que lleva a unos a protestar en las calles por el hambre, la falta de trabajo y de opciones para una vida decente; y a otros, seducidos por las ofertas de productos y las compras a crédito en supermercados, por el deseo y la desesperación de tener un regalo listo para el Día del Padre. Ambos fenómenos acontecen en un gobierno menos inteligente que violar el aislamiento durante la cuarentena.
Y menos inteligente, por qué, porque poco se puede esperar de un gobernante que, en más de veinte alocuciones desde el inicio de la pandemia, nunca sale con tapabocas, ni siquiera como gesto de comunicación política, de dar ejemplo. Poco inteligente también porque se le ocurrió autorizar un “Covid-Friday” para salvar a los bancos y a los empresarios, que son los que finalmente gobiernan tras bambalinas, para lanzar a la gente a las tiendas en pleno ascenso de la curva de contagios. Poco inteligente porque mientras lentamente se ocupan las UCI en las ciudades, piensa que la solución es enviar contingentes de soldados para obligarnos a confinarnos, eso sí todos ellos con los equipos de protección. Al menos, parte de ellos pueden participar en brigadas de salud y eso es positivo. Y, aun así, afirman que están aplacando la curva de contagios.
Ya quisiéramos reír para consolarnos de la desgracia con smartphones y televisores plasma comprados a cuotas y en descuento, pero no. No.
Poco inteligente mandar soldados para que los quiebren en la selva, reciclando la guerra y luego afirmar que la culpa fue de los Acuerdos de Paz. Poco inteligente enviar militares extranjeros a la frontera para entrenar paramilitares, que seguramente nos sorprenderán con masacres y desaparecidos. Poco inteligente declarar la cadena perpetua para violadores, en lugar de aprobar la renta básica para todos los colombianas y colombianos y, sin resolver el problema estructural, que tiene a las mujeres en riesgo por la violencia intrafamiliar y a otras tantas asesinadas, en una ola de feminicidios, cinco asesinatos en 48 horas justo esta semana y 104 desde que comenzó el aislamiento. Poco inteligente dejar en su cargo a la vicepresidenta, que resultó con más sorpresas que Matarife, con una vida de heroína y llena de secretos.
En este escenario, poco inteligente y con tintes de comedia trágica, bien podríamos recordar a los personajes del Chapulín Colorado: “Y ahora, ¿quién podrá ayudarnos?”
No es por ser aguafiestas, pero hay dos respuestas: una, claramente es nadie; el gobierno anda ocupado en salvar empresarios y en encubrir las desgracias de sus funcionarios; las agencias internacionales están copadas con la pandemia; Estados Unidos tiene su propio caos; y bueno, poco a poco son desenmascarados los políticos que ejercen su gobierno y resultaron más que tibios, turbios, como se observó esta semana en Bogotá y Medellín.
¿Y entonces? La otra respuesta es más sencilla: ¡Nosotras y nosotros mismos! Primero, en algún momento se tendrá que salir a las calles como ya ha venido sucediendo y ocurrió en 2019. Pero ante el riesgo del contagio y del garrote, lo mejor es adelantarse a cualquier estrategia de contención, inventándonos otros mecanismos de protesta. Será necesario sacar las cacerolas nuevamente y hacer ruido en el aislamiento; será necesario convertir los tapabocas, aquello que nos identifica y protege a todos, en símbolo del cambio; será necesario inventarnos códigos, símbolos, marcas, para invitar al abuelito, al niño, a la mamá, al vecino, a la parcera, para que sean los nuevos avatares de Facebook. Será necesario inventar y reinventar “el violador eres tú” tantas veces como sea necesario, hasta que sea viral. No es tan complicado, a veces lo más sencillo es lo que más pega. Eso sí se hace necesario demostrarle al gobierno que el dinero destinado al Esmad se fue a la basura.
Y sí no es suficiente, será necesario alentar la comunicación y el arte. Material para la comunicación lo da a diario el mismo gobierno y sus políticas, como también nuestras propias realidades, con sus virtudes y sus problemáticas. Será necesario montar bodegas de memes y cadenas de whatsapp, pero también darles espacio a los medios alternativos y darles otros usos a nuestros dispositivos. Quizás alentar a los teletrabajadores para que teleprotesten. Ganarles ese espacio a los medios tradicionales, en medio de la continuidad del confinamiento. Esto implica nuevas voces y protagonistas, que pueden venir desde el arte, ¿por qué no invitamos a un artista de música popular no-uribista o sacamos champetas, aleteos y salsas chokes? Difícil no es juntarnos para hacer varios lives rechazando el descaro, la mala gestión de la crisis, el desempleo, o para darle espacio a lo alternativo, a la dignidad, a la imaginación, a lo múltiple, al cambio.
El cambio no le pertenece a ningún partido político ni lo necesita, debe ser amplio y flexible. Y aunque la organización sea difícil, las experiencias recientes, al menos en Colombia, nos pueden servir: lo importante es conocernos y en principio, estar de acuerdo con lo que estamos en desacuerdo.
Algunos me dirán que no todas las luchas son iguales, que cada quien pelea por lo suyo y que vivimos rodeados de la diversidad y de las diferencias. Es cierto, la sociedad y las luchas seguirán fragmentándose y cada vez veremos más sectores que pelean y se movilizan: las mujeres, los grupos étnicos, los migrantes, las y los trans, los discapacitados, los desempleados, los universitarios, las víctimas del conflicto, los excombatientes, los pensionados. Todas y todos ellos son y serán bienvenidos. Pero en todo esto hay dos cosas que al menos para mí son claras: primero, A TODAS Y TODOS NOS AFECTA LA CRISIS así no sea por igual; Y LO QUE NOS UNE ES LA VULNERABILIDAD. Ambas pueden apuntar a lo que hasta ahora nos parece inimaginable: LA ARTICULACIÓN DE LAS DIFERENCIAS y LA SOLIDARIDAD.
Para cerrar, también me dirán que hay que ocuparse de trabajar y conseguir lo del mercado, tanto o más importante como cuidarse del Coronavirus. Bien, no los contradigo, tienen razón. No todo es quejarse ante el gobierno. Pero el cambio también consiste en crear alternativas. Es necesario mostrar la creatividad y recursividad de las personas, tan característica de los tiempos de crisis: ¿Cuántos de ustedes no conocieron cadenas de solidaridad entre vecinos, familiares y amigos? ¿A cuántos no les tocó re-inventarse con un nuevo negocio? ¿Cuántos no empezaron a sembrar en sus casas y aprender agricultura urbana? ¿Quiénes se volcaron de nuevo hacia el cuidado de sus seres queridos? ¿A quiénes les tocó reemplazar el alcohol y la fiesta por rutinas de ejercicio y meditación? ¿A qué profesores no les tocó inventarse otras tareas y métodos para dictar clases? ¿Cuántos no redescubrieron el mundo en la intimidad del hogar? Hasta algunos volvieron a soñar. No todo es perfecto ni se resuelven todos los problemas, pero a esta “nueva normalidad” también hay que darle relevancia y sacar lo mejor de ésta para los nuevos tiempos y el cambio social.
Por fortuna, la primavera está cada vez más cerca.
